Tanto las emociones positivas, como la alegría, el amor, la confianza o el deseo, como las emociones negativas, como el miedo, la tristeza, la ira o la frustración, son necesarias e importantes para el bienestar emocional. No debemos caer en una visión rígida que las clasifique como opuestas, ya que en nuestra vida diaria convivimos constantemente con ambas. Las emociones negativas, nos alertan de posibles peligros y nos impulsan a actuar rápidamente para resolver la situación, reduciendo así las opciones de respuesta. En contraste, las emociones positivas, nos proporcionan seguridad, siendo capaces de pensar y actuar desde una perspectiva más creativa.
Desarrollar un vocabulario emocional adecuado y aprender a gestionar cada emoción con las mejores estrategias influye de manera positiva en nuestro estado anímico y bienestar emocional. Estas competencias son necesarias para obtener resultados positivos, no solo en nuestra vida personal, fortaleciendo nuestras relaciones familiares, sociales y nuestra salud, sino también en el ámbito educativo y laboral. Por ello, se debe hacer énfasis en la educación emocional y trabajar en esta dirección.