La autoestima es la valoración que cada persona tiene de sí misma y se basa en el autoconcepto, es decir, en la percepción que tenemos sobre nosotros mismos. Esto comprende cómo nos vemos en términos de nuestra forma de ser (por ejemplo, si somos simpáticos, alegres, reservados, felices), nuestra imagen personal (como la estatura, el peso, la apariencia física) y cómo creemos que los demás nos perciben.

La autoestima impregna todas las acciones de una persona, influyendo en cómo se percibe a sí misma y en cómo interactúa con el mundo. Cuando una persona tiene baja autoestima, le resulta más difícil reconocerse como alguien valioso, lo que hace que sea más desafiante enfrentar las dificultades del día a día. En cambio, una autoestima alta permite interpretar las opiniones y situaciones externas con mayor autoconfianza y control interno, lo que facilita el desarrollo personal y la capacidad de superación.

Además, la autoestima también está formada por los juicios que tenemos sobre nosotros mismos, es decir, por lo que nos decimos en nuestro diálogo interno. Para evaluar nuestra autoestima, es imperativo prestar atención a esa vocecita interna que constantemente nos habla sobre nosotros, los demás y nuestro entorno. Aprender a escuchar esta voz interna, y confrontarla cuando es negativa o reforzarla cuando es positiva, es fundamental para construir una autoestima saludable, influyendo de manera directa en el desarrollo personal de la persona.